
Por Tania Díaz Castro
A escasos días de oficializarse la ocupación militar de Estados Unidos en Cuba, el generalísimo Máximo Gómez no había descubierto que los cubanos tenían ante sí la muy difícil tarea de convertir en nación a un país totalmente en ruinas. Entonces le envió al líder de la emigración José Dolores Poyo la última página de su Diario del 8 de enero de 1899 donde le dijo: ¨Nuestros mal que los llamados aliados nos condenan al más triste papel porque, a mi juicio, su intervención no revela más que ¨un gran negocio¨.
Pero Cuba había perdido por la guerra más de 300 mil habitantes, uno de cada cinco personas y se habían convertido en cenizas casi todos los ingenios azucareros que representaban la economía de la isla.
Se perdieron más de un millón de cabezas de ganado, el 90 por ciento de la superficie sembrada de caña, tabaco, café, viandas y hortalizas y también de las reses de todo tipo.
Necesidad de apoyo económico externo
Nadie dudaba de que Cuba necesitara de fuertes aportes de capital para la rehabilitación y modernización de sus industrias y que la intervención americana norteamericana resultaba lo ideal para dichos propósitos.
No olvidemos que el capital español del país se había retirado de Cuba, así como los capitalistas europeos, cuando España había aportado en ocasiones hasta el 75 por ciento del presupuesto de la Península.
Cuba bajo la intervención norteamericana
¿Qué hicieron entonces los americanos, tan cercana Cuba a sus tierras, que no fuera atender la agricultura, la ganadería y aportar un capital para que las industrias pudieran pasar a manos de los cubanos? Comenzaron por resolver los problemas de saneamiento más urgentes y no es mentira que la población cubana contribuyera con las iniciativas de los Estados Unidos en todo momento, a partir de que el estado material de la Isla fuera realmente alarmante.
Por ejemplo, se sabe que en 68 días, el servicio sanitario de Oriente removió más de cien mil cadáveres de animales y personas abandonadas y que el general estadounidense James H. Wilson, que tomó los datos sobre el terreno, expresó: ¨Nadie ha comprendido todavía cuán profundo fue el esfuerzo de Weyler para aniquilar por hambre al pueblo cubano¨.
Ayuda para revertir el desastre
Solamente en La Habana y Santiago de Cuba se calculaba que había miles de personas hambrientas, donde se propagaban las epidemias y que el general Wood repartió con urgencia miles de raciones de comidas diarias y entregaba a cada familia campesina yuntas de bueyes, arados, gallinas, gallos y elementos de cultivos para sobrevivir. Ya en septiembre de 1899, se decía que ¨la reconstrucción material del país se sentía optimista y miraba sin recelo el porvenir¨.
Cuba bajo la intervención norteamericana
Estados Unidos invertía en Cuba unos cincuenta millones de dólares y en 1909 excedían los doscientos millones. Nadie dudaba que dichas inversiones fueran imprescindibles para echar a andar la economía cubana. En 1902, por ejemplo, el famoso Tratado de Reciprocidad Comercial había servido de gran estímulo a una actividad comercial que alcanzó altos niveles de desarrollo. Gracias a esto Cuba importaba productos norteamericanos como maquinarias, equipos, cárnicos y sus derivados, pienso, fertilizantes, cemento, etc., y exportaba a Estados Unidos azúcar, tabaco, frutas, miel maderas y otros. Dicho Tratado comercial, según los economistas de la época, fijó reducciones de precios a numerosos productos que Cuba importaba y de forma igual para los productos cubanos que importaba EEUU, o sea, que el Tratado disfrutaba de libertad de derechos.
El Tratado Comercial de productos se amplió en 1909, se modificó en 1934 sin sufrir grandes cambios y terminó en 1959, con el gobierno comunista de Fidel Castro.
Pese a las opiniones de Máximo Gómez, en junio de 1901, cuando circulaba en Cuba el primer tranvía eléctrico, el gobierno interventor convocó a elecciones presidenciales, donde reconoció el sufragio universal y se presentaron como candidatos Bartolomé Masó, Máximo Gómez y Tomás Estrada Palma.
Tania Díaz Castro. Santa Fe, mayo 2022.
Fuente: Historia Económica de Cuba, por el Doctor y profesor de Economía de la Universidad de La Habana, Julio Le Riverend, Editorial Pueblo y Educación, 1974.
El mensaje de Máximo Gómez en la última página de su Diario, por Yoel Cordoví Núñez, Granma, 13 de enero de 2020.
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