
Por Tania Díaz Castro
El pasado viernes 13 de mayo, cuando leo en la prensa castrista que a partir de ese día se decretaba Duelo Oficial por el lamentable accidente ocurrido en el Hotel Saratoga, donde perdieron la vida 44 cubanos y una turista española, no puedo dejar de pensar en aquellos 41 cubanos que también perdieron la vida un 13 de julio, hace 28 años aferrados a un viejo remolcador.
Escapaban de Cuba hacia Estados Unidos cuando fueron interceptados por cuatro barcos del régimen castrista, equipados por potentes mangueras de agua que rodeaban amenazantes al remolcador en el puerto de La Habana.
De nada valían las súplicas de los 72 cubanos, entre mujeres y niños, luchando por la vida. El Servicio Marítimo arremetió contra ellos y allí murieron ahogados 41 cubanos, antes de que pudieran llegar a Estados Unidos.
Para ellos ni Fidel ni Raúl decretaron duelo nacional y mucho menos vigilia por las víctimas, ni se izó a media asta la bandera de la estrella solitaria en los edificios públicos.
La pelea por la libertad y la vida cesó en unas horas y los sobrevivientes fueron arrestados y enviados a las tapiadas de la Seguridad del Estado, marcados para siempre como traidores del comunismo castrista, mientras los culpables nunca fueron sancionados, ni nada se dijo en la prensa nacional.
Pero los muertos duelen
Cada uno de los muertos duele todavía, duele mucho. Allí, entre las olas, quedaron las 41 víctimas, trece niños cubanos ahogados, cuyos rostros hemos visto muchas veces en la prensa extranjera y nunca en la cubana.
¿Quién dio la orden para que fueran muertos y sólo quedaran vivas 31 personas? Fue Fidel Castro, su hermano Raúl, junto al Ministerio del Interior? ¿Por qué nunca se investigó qué ocurrió aquella fatídica madrugada del 13 de julio de 1994? ¿Qué hizo la Fiscalía del país para conocer aquel crimen que aún se mantiene oculto?
Los pocos que salieron al cabo de veinte días de Villa Marista y llegaron al exilio un año después, contaron todo, narraron la tragedia ante un Comité del Congreso de Estados Unidos en febrero de 1995, mientras que en Cuba nada se decía.
Amnistía Internacional, Naciones Unidas y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la Organización de Estados Americanos señalaron la responsabilidad de agentes del Estado cubano en la tragedia y denunciaron la falta de investigación. Sin embargo años después se supo que entre 1959 y 1994, gracias al Archivo Cuba, bajo la dirección del doctor Armando Lago, al menos cien mil balseros murieron en el intento por escapar de la isla.
La lista aumenta cada día. Aunque existen otras maneras de escapar de Cuba, todas peligrosas, continúan los balseros ocupando el primer lugar. Hoy, el nuevo presidente de Cuba, señor Díaz-Canel, tiene en sus manos la solución, dada por nuestro José Martí, aunque prefiera ganar tiempo en vez de evitar más muertes de cubanos: ¨Cuando un pueblo emigra, sus gobernantes sobran¨.
Tania Díaz Castro, Santa Fe, mayo 2022.
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