
Por Tania Díaz Castro
El hombre que amaba la guerra fue el Comandante en Jefe Fidel Castro. Nadie puede dudarlo. El primer año de su reinado político ocurrieron tres invasiones fracasadas a países latinoamericanos organizadas en Cuba: El 19 de abril a Panamá; en junio a Santo Domingo y a Haití el 14 de agosto. Los tres países rompieron relaciones con Cuba.
Tres años después, se hace Cuba de misiles, cohetes nucleares con un alcance superior a las mil millas. Estos son descubiertos por Estados Unidos. En una carta enviada el 26 de octubre de 1962 a Kruchov, Fidel le dice: «Del análisis de la situación hay dos variantes posibles. La más probable es el ataque aéreo contra determinados objetivos con el fin limitado de destruirlos, la segunda, menos probable, es la invasión». (…) Le digo esto, porque creo que la agresividad de los imperialistas se hace sumamente peligrosa y si ellos llegan a realizar un hecho tan brutal y violador de la Ley y la moral universal, como invadir a Cuba, ése sería el momento de eliminar para siempre semejante peligro, en acto de la más legítima defensa, por dura y terrible que fuese la solución, porque no habría otra.»
Luego señala que «resistiremos firme y decididamente el ataque sea cual sea, ya que el estado moral del pueblo es sumamente alto».
Delirios de un loco
Solamente un loco era capaz de pensar y decir que se enfrentaría militarmente a una guerra con Estados Unidos, el país mejor armado del mundo. Para nada le importaba que Cuba desapareciera del mapa. Continuó con sus planes de fortalecer la capacidad militar de Cuba para enfrentar una guerra contra ese país.
Años después, se presentó con una nueva obsesión: convencer a todos de que las armas nucleares podrían destruir al mundo, algo que supone un cambio radical de opinión para un hombre cuyo propósito fue desatar una guerra mundial, entre EEUU y la URSS, provisto de un arsenal de armas nucleares.
Los invito a recorrer las Reflexiones escritas por él y se convencerán. En las últimas, por ejemplo, tal y como me dijo un colega, «se queda rezagado en las aguas turbias de su conciencia». Su «patria o muerte» lo dice todo. Ahora su pueblo sin comida, está tan muerto como la patria.
Recordemos que al principio de su gobierno, Fidel y su hermano se hicieron de un ejército moderno y costoso, mientras la población vivía en crisis económica permanente. El Servicio Militar comenzó en 1963 y con el tiempo, al no aumentar el número de reclutas, por el deterioro de la situación político-militar- trataron de controlar la política de reclutamiento con el sistema educacional del país.
El hombre que amaba la guerra
Para aprender más sobre este tema, Castro invitó a expertos extranjeros para discutir sobre la posibilidad de una guerra apocalíptica. Entrevistó a un sobreviviente de Hiroshima. Quería saber de la lluvia negra radioactiva. Esto fue a mediados de 2010, mientras la guerra entre Irán y Estados Unidos podía ocurrir. No le interesaba la grave situación económica de Cuba sino las especulaciones belicistas. Más adelante, después de salir de una grave enfermedad, convirtido en un experto en teoría de desastres, invierno nuclear, o los peligros de las armas nucleares, escribió:
¨La guerra nuclear es inevitable. Acontecerá durante la celebración del Mundial de Futbol. Las ciudades arderán durante semanas e incluso meses extendiendo, una vasta nube de cenizas que pintará el cielo de negro. Los hongos de las explosiones termonucleares elevarán nubes de polvo y humo a altitudes estratosféricas donde permanecerán en suspensión durante años, opacando la luz solar. Las temperaturas de la tierra bajarán drásticamente a las pocas semanas. Tras el desastre emergerá un mundo helado en el que el 90% de las cosechas se perderán y la capacidad de generación de energía disminuirá a más de la mitad. Sin medios de calentarse, las ciudades se convertirán en témpanos de cemento abandonados por la fuerte hambruna. Regresaremos a la Edad de Piedra.¨
Este fue el hombre que amaba la guerra, y en su obsesión se convirtió en evangelista y apologista, mientras hoy su país, luego de llevar a cabo una loca política, sufre de hambre.
Tania Díaz Castro. Santa Fe, abril 2022.
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